domingo, 18 de abril de 2010

Roberto Arlt y su Juguete Rabioso


El juguete rabioso” de Roberto Arlt

La ciudad como infierno, la ciudad como espacio del crimen, la ciudad opuesta a la naturaleza, la ciudad como laberinto tecnológico: todas estas visiones están en la literatura de Arlt.

El paradigma literario de la ciudad que de diferentes maneras representaron autores como: Poe, Baudelaire, De Quincey por el lado de las grandes ciudades deshumanizadas y las sociedades urbanas despojadas de dignidad como: Sue, Balzac, Dickens, Dostoievsky  más el naturalismo que tuve a la ciudad y sus males como su principal tópico, así todos estos autores actuaron como auténticos testigos de las experiencias urbanas del siglo XIX. Arlt plasma como aquellos autores del siglo XIX la cara de los desgraciados, desocupados, los despojos que la sociedad dejó a un lado y llamó marginales ya que no encuentran su integración en su seno; así la literatura arltiana de formas no realista-expresionista representa llanamente la modernidad de la Buenos Aires de fines de los años 20. Las carencias de la Buenos Aires de 1926 ya reflejaban parcialmente la crisis del 29, el no tener dinero es una cuestión central en los personajes de Arlt, Silvio Astier es un escritor frustrado que debe trabajar para mantener a su familia pero esta obligación social es agobiante y es vivida con desesperación. En el fondo de esta cuestión económica siempre esta el maquiavélico escenario de la ciudad que expele y condena a sus habitantes a la pobreza, miseria que es la representación de la marginalidad no permitida por la sociedad de consumo urbana y que se puede definir en las palabras de Baudelaire “Maten a los pobres [1]. O también como dice David Viñas, “Y  las posibles maneras de superar esa situación se dan a través del trabajo empecinado y oscuro o mediante la veloz espectacularidad de lo mágico. Astier, por ejemplo, trabaja, colecciona trabajos y en esa yuxtaposición de faenas a la vez que estructura una historia realizando su aprendizaje dibuja sus imposibilidades [2]. La ciudad en el universo arltiano ejerce su poder polifónico sobre sus habitantes produciendo: “la constitución agónica de un universo poblado de ilusos, inventores frustrados, místicos, locos, utopistas, rameras bíblicas, perversos, conspiradores, aventureros, filósofos de café, rufianes, humillados y oradores mesiánicos que conviven con tenderos, profesores universitarios, obispos, burócratas, generales, ministros, amas de casa, médicos, filántropos, etc.[3]
   La obra de Arlt es un claro ejemplo de puesta en evidencia de las definiciones de Marshall Berman[4] en que la modernidad aparece como la dialéctica entre la modernización – procesos duros de transformación, económicos, sociales, institucionales– y el modernismo – las visiones y valores por medio de los cuales la cultura intenta comprender y conducir esos procesos– las ciudades y sus habitantes sufren los avatares del poder económico de la Revolución Industrial que expele a sus víctimas y los margina al estancamiento de la pobreza humillante –ver sólo el origen de la carrera delictiva de Silvio Astier. Es por lo tanto, Astier y los otros personajes de las sagas arltianas los que son devorados, canibalizados por: “la ‘modernidad’ paradojalmente, los aspira y los expele en un doble movimiento de explosión/implosión. Pertenecen, de modo ambiguo, a una mezcla cuyas tensiones y direcciones no les es posible conocer, o que sólo intuyen de manera nebulosa [5].
 La ciudad es el paraíso de los avances tecnológicos, del progreso científico que diseña el porvenir urbanístico, la ciudad es en sí la representación mágica de una Buenos Aires futurista, que desde los fines de la década del 20 y 30 salta a un urbanismo de los años 40, 50.
El barrio es una marca indeleble en la estructura narrativa de “El Juguete Rabioso” que se puede explicar como: “una técnica del reconocimiento del espacio en calidad de espacio social”, uno pertenece a una determinada calle – la adaptación es mía, “Firma que da fe de un origen, el barrio se inscribe en la historia del sujeto como la marca de una pertenencia indeleble en la medida en que es la configuración inicial, el arquetipo de todo proceso de apropiación del espacio como lugar de la vida cotidiana pública[6]; los juegos del barrio de los adolescentes  tal como formar un grupo de actividades secretas, clandestinas denominado el “Club de los Caballeros de la Media Noche” –de origen folletinesco.
Las referencias barriales construyen un itinerario por la ciudad, así el pequeño Astier afirma su pertenencia al barrio en: “O descubrir tesoros más allá del arroyo Maldonado en la parroquia de San José de Flores[7]. El Buenos Aires de Arlt será aquel que se estaba “extendiendo hacia el oeste a partir de 1900, pautando un segunda forma de localización y alojamiento (la primera había sido el hacinamiento en los conventillos del viejo casco urbano) para los saldos inmigratorios que ya se han asimilado o están en proceso de hacerlo. Un mundo de casas bajas ( y ocasionalmente de planta alta) que entre 1887 y 1909 ha cuadriplicado su número en el que prolifera un comercio menudo –preferentemente en manos de inmigrantes-...” [8]
Pero también hay una característica en este autor que lo distingue del resto de sus colegas, autores contemporáneos que es: “Arlt también limpia de sentimentalismo a la crónica urbana. El barrio no es un escenario para la literatura pintoresca; Arlt no propone una reivindicación de lo menor que estaría allí como objeto de un romanticismo que, casi desde el comienzo, es nostálgico. Por el contrario, el barrio es el infierno de la pequeña burguesía, y sus pequeños propietarios grotescos se parecen más a un dibujo expresionista que a las evocaciones del tango canción. Arlt busca la tensión exasperada del expresionismo. Esa es su vanguardia probablemente no conocida del todo.[9]  Lo que si esta bien en claro, es que la ciudad es la representación de la síntesis Modernidad/Decadentismo/Expresionismo. El malestar que se percibe en las ciudades arltianas es de una problemática arcaica –Génesis, 4,17, la culpa cainita o de añoranza edénica- pero que se empezará a profundizar con el crecimiento desmedido de la ciudades durante el inicio de la Revolución Industrial y que se plasmó en crítica literaria en el Romanticismo que representa a la ciudad como una manifestación opuesta a la naturaleza ­– que permite al hombre alcanzar el autoconocimiento por medio del aprendizaje, y en consecuencia, le permite alcanzar la totalidad, es decir, culminar con la alienación del hombre moderno.
Bajo un panorama sórdido, sin salida, la ciudad sólo puede ser dominada por los personajes alienados de Arlt que perciben en  la huida hacia el campo una salida para sus vidas –como en El Juguete Rabioso– , o en la destrucción por la explosión o incendio – en Los siete locos, Los lanzallamas. La fuga de la ciudad es una obsesión en las obras de Arlt. Silvio Astier tiene una posibilidad de evadirse del agobiante yugo de la civilización por medio del robo o de la delación recompensada. “La felicidad del hombre, de la humanidad, depende de cómo resuelve el problema de la ciudad, lugar antinatural para el hombre. El hombre no puede vivir separado de su tierra; volver, pues, a la tierra es el mensaje de sus novelas[10]
Entonces la relación entre el Hombre y la ciudad es vivida en los textos de Arlt como la representación de un conflicto insoluble, trauma que precipita a sus víctimas a salidas irracionales, descabelladas ya que la plaga de la civilización capitalista todo lo corroe. El hombre urbano vive hacinado, mecanizado, alienado y sin rumbo, sus valores tradicionales han sido ridiculizados y reemplazados por el culto a la máquina, los sentimientos en consecuencia disminuidos, la pérdida de la creencia es reemplazada por la adoración profana de la tecnología con su poder de fascinación fantástica. Por ejemplo, en la representación de los personajes arltianos podemos hallar la clave a la crítica encubierta que el autor propone en sus textos, ni el “ pequeño comerciante” ni el “inventor” parecen pertenecer de hecho a la modernidad tecnológica del capitalismo. Más bien son figuras “primitivas” y encapsuladas en un estadio preexistente... El ahorro del “pequeño comerciante” arltiano y la actividad que lo proporciona se parecen más a la avaricia sórdida que a la acumulación predicada por el capitalismo, el “inventor”(Astier o Erdosain) se acerca más a la dilapidación estética que al sobrio eficientismo de la productividad tecnológica; los “burócratas”, a su vez, son los entes de la “disponibilidad servil”, que ni crea ni se esmera en el pequeño arte materialista del ahorro comercial. Sumidos en la necesidad, la esfera de sus deseos se restringe a temer y durar en empleos ínfimos...[11] 
La escenografía expresionista que propone Arlt en sus textos permite la filtración de las visiones tecnológicas en las descripciones de la modernidad urbana, espacios escenográficos “que amalgaman y contraponen lo duro, lo gaseoso y lo eléctrico.[12] Arlt no solo rompe con la tradición de la novela urbana en la Argentina como por ejemplo Manuel Gálvez sino que introduce la novela típica del siglo veinte: la
novela de los contextos urbanos y al hombre de las grandes concentraciones urbanas, donde la civilización y la mecanización han hecho de él y su vida algo imposible. “Difícilmente se puede encontrar en la literatura del siglo veinte, en la novela urbana, una apología tan completa del campo como en las de Arlt.[13] Las imágenes recurrentes en la literatura de Arlt se asocian para configurar el motivo de ciudad como prisión, la sensación de encierro, esa suerte de claustrofobia urbana que es una de las causas de la angustia, atenta contra la intimidad y genera los pensamientos en sus personajes de destrucción, huida o suicidio.
   La destrucción de la ciudad es también la elección y significación del exterminio del poder maléfico urbano que subyuga a sus habitantes pero al mismo tiempo es: “La destrucción de Buenos Aires significa también la destrucción de la nación, pues como dijo Martínez de Estrada, “Buenos Aires es la ciudad-nación”. Limpiar la ciudad es limpiar a todo el país de comerciantes, empleados, de explotadores y explotados [14] Ese afán destructivo está representado en el invento del cañón “superdestructor” de Silvio, el cual puede matar a cientos de personas.
La ciudad es la representación estética del expresionismo, es la relación del autor sobre el mundo que lo rodea, en las palabras de Aira: “En Arlt el mundo es expresionista, de contiguedades excesivas y deformaciones por falta de espacio en un ámbito limitado, un interior (su mundo es un interior), es una opción formal [15]. Una definición del expresionismo aclara como es la visión del autor: “en este caso el sujeto ha dejado de ser perceptivo –como en el impresionismo– porque desconfía de las apariencias del objeto. Un impulso esencialista lo lleva a buscar la forma verdadera. El “ojo del espíritu” o visión interior –espiritual o intelectualque ese objeto le provoca; visión que no es más que la proyección de su yo sobre el objeto al que se enfrenta.” [16] La modernidad se percibe y se plasma en el expresionismo arltiano que es como un método apropiado para guiar la percepción,  descubriendo en este acto la experiencia del mundo urbano que está en un estado latente de vibración continúa, “a esta imagen que surge de este procedimiento los expresionistas la llaman “fisonomía latente”: configuración dinámica de lo real antes que de su figuración cristalizada en imagen. En la ciudad futura que imaginan los personajes de Arlt, la “fisonomía latente” de la modernidad se resuelve en imagen hiperbólica.[17]
Bajo este procedimiento estético es representada la ciudad arltiana, el autor logra trasmitir esas evocaciones visuales eminentemente plásticas, del espacio de la calle, efecto expresionista alcanzado por el trazado de líneas oblicuas que lo saturan de ángulos (las calles son “diagonales oscuras” sobre las que se extienden las “sombras oblicuas de los edificios”) y también por el juego de luz y de sombra – característico del cine expresionista– en que la oscuridad está indicada tres veces (en lo oscuro de las diagonales, en la sombra de los edificios, en lo negro de los cables) para promover el contraste con la palidez de la imagen humanas. Las palabras del autor en El Juguete Rabioso dotadas de fantasía tiene un significado simbólico, los colores sugieren una escenografía expresionista, en donde “En un llanura de asfalto, manchas de aceite violeta brillaban tristemente bajo el cielo buriel. En el cenit otro pedazo de altura era de un azul purísimo. Dispersos sin orden, se elevaban por todas partes cubos de portland. Unos eran pequeños como dados; otros altos y voluminosos como rascacielos[18] La ciudad construye con sus rasgos individuales e únicos una panorámica de colores saturados por la oscuridad opaca o colores cenizas sombríos o a medio iluminar, planos de medias sombras, siluetas urbanas difusas por las luces nocturnas y el efecto de la neblina, representación que se puede comparar con la imagen de Metrópolis (1926) de Fritz Lang, ejemplo máximo del cine expresionista.
 La calle es representada como un espacio cercado, en que a pesar de la proximidad, no existe la posibilidad de un encuentro frontal, cara a cara, entre los sujetos. Para Beatriz Sarlo: “ las figuraciones arltianas de la ciudad futura no son metafóricas”; poseen, en cambio, un grado de referencialidad muy particular: son capaces de potenciar el futuro contenido en el presente. “Arlt ve en la Buenos Aires del treinta –dice Sarlo- lo que va a ser la ciudad de los años cuarenta y cincuenta, hace una elipsis de tiempo, salta sobre el presente porque unos pocos signos de presente se convierten en la masa compacta del futuro. Tal el poder de predicción –así lo llama- de la literatura de Arlt.” [19]
Podemos afirmar como hipótesis que por medio de la descripción urbana y de sus tipologías sociales, Arlt intenta alcanzar una “interpretación relativista” de los fenómenos sociales observados y descriptos con objetiva agudeza sociológica pero también hay una fascinación por los personajes marginales de clase baja que siempre intentan desprenderse de ese origen desafortunado.
En palabras de Simmel: “el arte constituye una totalidad autónoma a partir de fragmentos de la realidad [20], los fragmentos literarios arltianos como fracciones del imaginario urbano permiten construir un mapa social de la Buenos Aires de los años 20 y 30. 






[1] Baudelaire, Charles, El spleen de París.
[2] Viñas, David.
[3] Rivera, Jorge B, Conferencia: Textos sobre Roberto Arlt y la ciudad Rabiosa.
[4] Berman, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire.
[5] Rivera, Jorge B. Conferencia: Textos sobre Arlt y la ciudad rabiosa, pág. 3 o XXX, Fotocopia.
[6] Certau, Michel de, La invención de lo cotidiano 2: habitar, cocinar, pág. 11. Universidad Iberoamericana Biblioteca Francisco Xavier Clavigero.
[7] Arlt, Roberto, El juguete Rabioso, pág. 25, Bruguera-Alfaguara, 1979.
[8] Rivera, Jorge B. Conferencia: Textos sobre Arlt y la ciudad rabiosa, pág. 5 o XXXV, Fotocopia.
[9] Sarlo, Beatriz. Roberto Arlt, El extremista. Publicación digital.
[10] Gostautas, Stasys. op.cit., pág 5 o 448. F
[11] Rivera, Jorge B. Conferencia: op.cit. pág. 6 o XXXVI, Fotocopia
[12] Rivera, Jorge B. op. cit, ibid pág. 4 o XXXIII, Fotocopia
[13] Gostautas, Stasys. La evasión de la ciudad en las novelas de Roberto Arlt, Revista Iberoamericana, pág 4 o 446. F
[14] Gostautas, Stasys. op.cit. , pág 5 o 449. F
[15] Aira, César. Arlt, Paradoxa Nº 7,. Beatriz Viterbo, Rosario.
[16] Capdevila, Analía. Arlt: La ciudad expresionista, pág.131, Boletín 7 del Centro de Estudios de Teoría y Critica Literaria, Octubre de 1999.
[17] Capdevila, Analía. op.cit. pág. 132.
[18] Arlt, Roberto. El Juguete Rabioso, pág.     Bruguera Alfaguara, Narradores de hoy.
[19] Capdevila, Analía. op.cit. pág. 139/40.
[20] Frisby, David. Fragmentos de la modernidad, pág. 102/103.Editorial Visor, colección La Balsa de la medusa. Madrid.

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