viernes, 16 de abril de 2010

Dos novelas latinoamericanas: Celorio y Bolaño

Gonzalo Celorio y sus desvíos en la configuración textual en Y retiemblan sus centros la tierra.

El concepto de “sed” citado en las tres citas que preceden la novela, funciona como motor de la idea de la errabundez en el texto, así el personaje procura saciarla bebiendo inconmensurablemente pero sin nunca satisfacerla. El recorrido errante de Juan Manuel Barrientos se articula sobre desplazamientos sin rumbo fijo, vagabundeo que estructura el armado del trayecto en forma ocasional, indeterminada por distintas zonas de la ciudad de México. El circuito itinerante se desarrolla sobre los distintos bares que él visita, y que funcionan como escalas que se unen entre sí y que conforman un recorrido cartográfico que permiten hilvanar las distintas imágenes fragmentarias de cada uno de los escenarios urbanos que constituyen el eje espacial de la novela, tal como dice: “El recorrido no iba ser sólo cantinero ni tampoco sólo arquitectónico, sino una mezcla de ambas cosas, en correspondencia con la personalidad de Juan Manuel Barrientos”. Los desplazamientos de este flaneur nunca están dentro de la multitud sino por el contrario es una errabundez solitaria, la conformación espacial se estructura sobre la mirada de Barrientos por los distintos desplazamientos de los espacios públicos de la ciudad de México que permiten destacar los cruces artístico entre la arquitectura moderna, barroca o precolombina de los diferentes edificios públicos. El espacio publico urbano entendido como: “no solo de la pluralidad de las diferencias, sino también de su enmarañamiento, de los efectos de movilización o de sobrecarga y de inmovilización que aquellas diferencias provocan” .
El espacio público y el espacio privado actúan como dos fuerzas antagónicas en la trama, caracterizándose por un juego entre el adentro y el afuera que produce la idea del doblez o pliegue –bajo el concepto de Deleuze–, la imagen que marca la fachada y el encierro, el arriba y el debajo de la mirada ascendente que definen un pliegue y repliegue del barroco. Barrientos sale de su casa ruinosa hacia la vida de la destrucción del espacio público en la que persiste el ideal barroco de: exageración, carencia de límites relacionado al hábito por la bebida. A la banalidad de la vida cotidiana se le opone a la sabiduría del arte que se articulan ambas como una relación entre lo bajo y lo alto: representado en: “Con la erudición que proveen las bibliotecas y los archivos y con el gusto que forman las caminatas sin horarios, conocía las calles y las plazas del centro de la ciudad, sus edificios civiles y religiosos, su historia de desplazamientos, de superposiciones, de alteraciones aberrantes, de destrucción inconcebible; y conocía también sus antros, sus cantinas, sus tugurios y los lugares ahora decadentes...”(p.32).
La mirada atenta del flaneur – como la de El hombre en la multitud de Poe– se yuxtapone a la de dandy decadente, figura del hedonista bohemio que disfruta de los placeres de la bebida pero cometiendo excesos, carentes de límites como si [...] “Tu sed será mayor cuando más bebas...” , que producen el efecto de embriaguez de la percepción sobre la cosas, cambio de comportamiento y razonamiento que se perciben en los pliegues de las voces narrativas.
Los efectos del alcohol pueden interpretarse como un recurso del personaje para distanciarse del spleen o hastío moderno urbano como estado de alienación de la modernidad. La ebriedad como la posibilidad de disolución momentánea del spleen que permite recuperar nuevas imágenes o visiones construidas sobre la mirada rutinaria, desgastada, otorgándoles un nuevo sentido de novedad . Los objetos que rodean a Barrientos son percibidos como novedosos, redescubiertos en su sentido y forma estética, el beber, en tanto, se expresa en otro espacio como una nueva forma estética .
Los desplazamientos por la ciudad dibujan formas elípticas que describen la trayectoria errabunda de un ir y venir desde los centros a los márgenes y viceversa que ponen en duda la noción de centro: “ ... de ir al centro se trataba, aunque el centro se escondiera en los entrañas de la tierra y se multiplicara en un plural inconcebible, ...” (p.61), y después la voz interior de Barrientos continúa con tono de incertidumbre en: “Como si la tierra tuviera varios centros, como si el centro no fuera, por definición, un solo punto equidistante de todos los demás puntos que configuran la circunferencia que le otorgan al centro su condición de centro” (p.61,62). El centro del trayecto de los desplazamientos urbanos no sólo define una forma de desplazamiento sino que se relaciona al centro y no antro del himno mexicano “y retiemble en sus centros la tierra”.
Las formas de enunciación en la novela alternan constantemente, estableciendo un juego entre la irrupción de la 2º sobre la 3º del narrador, que no resulta un cambio violento sino por el contrario, permite apreciar la discontinuidad del tiempo-espacio, alejamiento o distanciamiento que produce el él, al acercamiento del tú más íntimo que le aconseja a Barrientos como en: “Tenía ...”, 3 º pers. a “Sólo tú permaneciste despierto, Juan Manuel. De eso te acuerdas.” (p.15). Este acercamiento que produce la 2º pers. funciona como el control que ejerce la conciencia sobre Barrientos: “Es viernes, Juan Manuel. Tienes una cita. A las doce.”(p.16) Pero cuando la voz deja de ser la de la conciencia de tono intimo, coloquial; otra vez la 3º persona, marca un pliegue y la voz de un narrador distante asume la posición de un observador que relata la situación: “Le costo trabajo levantarse. No podía cancelar la cita.” (p. 16). En otro pasaje la intensificación de la palabra adquiere un valor paradojal en el discurso por medio del uso del discurso directo libre como en: “Me voy pero de algún modo me quedo con ustedes.”(p.27), cita que no remite a los relatos bíblicos. En varios momentos esa voz interior se intensifica en el relato para repleguerse en una 2º persona autoritaria como en: “No te hagas, cabrón, te interrumpía la vocecita, que volvía a ensartar todas las malas palabras...”(p.40), pretérito que se relaciona con el rompimiento temporal posterior en la narración: “Tenías catorce años de edad, Juan Manuel. Eras un muchacho de tercero de secundaria”(p.40); el presente se quiebra para evocar escenas lejanas de la infancia para recuperar la memoria. Otro tú aparece en la trama pero no es el utilizado por la voz de la conciencia consejera sino por Barrientos para hablarle al padre con quien nunca pudo dialogar y que le permite borrar su ausencia y establecer un dialogo ficcional: “Cómo hablarte, papá, si siempre estabas de espaldas mirando el horizonte que tus ojos veían en la pared. Para qué hablarte si te llevaste tú sordera, ...”(p.49) En la serie de quebramientos temporales y espaciales desde un presente hacia el pasado, la visita a un cabaret del barrio de la Merced (p.139) interrumpe su presente ante la voz que anuncia a Berenice y en ese momento el pasado lejano en Matehuela, ciudad muy distante de la ciudad de México que afloraron recordándole a Chabela. El rompimiento espacial y temporal abrupto se produce por medio de una interrupción del relato: “Segunda llamada para Berenice” y que luego continúa con: “–Para que se haga hombre– había dicho tú padre con gravedad testamentaria.” (p.145) luego del relato de este microacontecimiento inserto en la trama la espacialidad y temporalidad retornan con el show de Berenice.
Por último, es muy importante la fuerza simbólica del derrumbe de la Catedral, fenómeno que es descripto como una implosión que destruye los cimientos y produce la caída “desde el adentro” – clave alegórica de la caída del personaje, Barrientos en los últimos instantes de su vida a los pies de la bandera del Zócalo que fallece en forma paralela a la destrucción del templo.


Amuleto (1999) de Roberto Bolaño. Formas de temporalidad y de espacialidad en la construcción de la memoria.

“Los detectives salvajes”, relato corto de Roberto Bolaño es el texto que permite construir la ficción de Amuleto por medio de una estrategia textual de reescritura. El relato original de “Los detectives salvajes” breve se expande hasta alcanzar los catorce capítulos, magnificando los relato de vida de Auxilio Lacouture. Un hecho como los sucesos de Tlatelolco funciona en la novela como disparador y referente, produciendo una ficción que explota la dramaticidad de eso violencia represiva de estado en septiembre de 1968. Esa fecha irrumpe con vigor en la trama y es un nudo gordiano que produce en la protagonista Auxilio Lacouture un retorno constante sobre esa fecha trágica, cuando la autonomía universitaria fue arrebatada y ella resistió desde el baño de mujeres de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.N.A.M.
La novela establece una espacialidad inamovible como es el baño y la fecha del suceso que permiten desde ese lugar recuperar la memoria de esta exiliada uruguaya que no sabe muy bien como llegó a México pero que recuerda haber conocido hombres de las Letras como Pedro Garfias, quién para ella tiene tal importancia capital en la literatura mexicana que en el momento en que la policía irrumpe en la universidad ella tenía en sus manos un libro de este poeta. El baño ese lugar desde donde Auxilio resiste es la posibilidad de reescribir su historia desde la soledad sombría de este espacio que se constituye en una ventana desde donde rememorar. Si el Aleph borgiano reunía la capacidad de representar todos los lugares en un solo punto del espacio, es aquí el baño de mujeres la comunión de todos los lugares de la vida de Auxilio un lugar y un no-lugar que produce el ejercicio de la recuperación memoria.
Desde el comienzo la trama impone la voz narrativa del yo, única persona que remite al personaje de Auxilio que narra reconstruyendo su vida bajo la forma autoreferencial, tal como indica en las primeras líneas: “Esta será una historia de terror. [...] No lo parecerá porque soy yo la que lo cuenta. Soy yo la que habla y por eso no lo parecerá” (p.11). Esa posibilidad de recuperación de la memoria es la posibilidad de sacar esos tristes recuerdos de la condenación del olvido en que la historia los ha sumido. La fuerza del relato de la primera persona, yo evocativo que testimonia se agudiza aún más al ser la figura femenina de Auxilio, una exiliada que solo la vida universitaria y la bohemia rescatan de la marginalidad de su naturaleza: “Por las noches llevaba una vida más bohemia, con los poetas de México, lo que me resultaba altamente gratificante e incluso hasta conveniente pues por entonces el dinero escaseaba y no tenía ni para la pensión”. El exilio es un fuerza que actúa con vigor sobre el registro ya que el valor de su lenguaje puede ser interpretado como: “ La experiencia del emigrante se caracteriza por una obsesión: la pérdida del sentido del mundo. Sus testimonios tiene pues una importancia capital: desde el momento en que el emigrante comunica esta experiencia, desde el momento que se sitúa ...”
El miedo al olvido, temor a ser descubierta son evidencias que desplazan a Auxilio a ocultarse a un espacio interno que la proteja que al mismo tiempo la motiva a realizar desplazamientos titubiantes, vacilantes en espiral que elaboran un sentido metafórico de traslación de la protagonista dentro del relato. Movimiento que da lugar a las formas de repetición, ambigüedad, afirmaciones que se desmienten en un tiempo de espirales y un espacio degradado como es el baño de la facultad.
El movimiento de la errancia en la novela va más allá del desplazamiento de la escritura, remite a la temporalidad: presente, pasado que evoluciona hasta alcanzar un espiral de infinito, el relato tiene una fuerza de amplitud que parece nunca agotar las posibilidades de narración. Es decir, esa voz evocativa asume simbólicamente la voz de la Historia que nunca calla y que Auxilio rescata del olvido, del horror.
Esos juegos temporales que el personaje establece con el eje temporal, entre ella y el tiempo producen la sensación de incertidumbre que sólo la inversión de sintaxis permite lograr en: “Y así llegue al año 1968. O el año 1968 llegó a mí.” (p.27). Una voz de la evocación que siempre retorna en la trama y que dice: “Yo tenía recuerdos. Yo vivía encerrada en el lavabo de mujeres de la facultad, vivía empotrada en el mes de septiembre de 1968 y podía, por tanto, verlos sin pasión ...”(p.43)
La temporalidad de la voz evocativa del pasado y los cruces con los tiempos presentes sumados al eje espacial constituido por los espacios privados: baño de la facultad y los espacios públicos: bar de la Facultad y de la ciudad de México cruzan toda la trama definiendo la referencias espaciales y temporales. Un baño como un espacio que permite ver hacia el pasado pero también recuperar el futuro: “ No sé por qué recuerdo esa tarde. Esa tarde de 1971 o 1972. Y lo más curioso es que la recuerdo desde mi mirador de 1968. Desde mi atalaya, ... Desde el lavabo de mujeres de la cuarta planta de la Facultad de Filosofía y Letras, mi nave del tiempo desde la que puedo observar todos los tiempos en donde aliente Auxilio Lacouture...” (p.52)
Siempre esa fecha septiembre de 1968 como eje desde donde se puede recuperar el pasado a veces no real sino ficcional para llenar el espacio de la soledad del baño de mujeres como cuando recuerda su visita a Remedios Varo. Estas formas de la experiencia de la reescritura que marcan el encuentro del pasado y presente se realizan a través de un acto que Benjamin llama de redención y que define el concepto de rememoración, en la que ciertos fragmentos de antiguas imágenes son actualizadas, rescatándose del olvido. Lo perdido, lo estropeado entendido como el tiempo que ya no tiene recuperación en aquel encierro en el baño y que no tendría futuro, renace como figura en la rememoración que pasa por el plano subjetivo, por el plano de las sensaciones, de las percepciones. La memoria involuntaria y la intencionalidad subjetiva son claves que atraviesan todo el texto.
La bohemia actúa en el texto como una forma de recuperación de la escritura que le permite a Auxilio conocer a distintas personalidades de las letras exiliadas como Pedro Garfias, León Felipe, Remedios Varo, Arturo Belano todos ellos personajes expatriados, desterrados que encierran en si la tematización de la errancia.
En las páginas finales, el sueño actúa desautomatizando la palabra de la evocación al dotarla de otro tipo de experiencia, la profecía del sueño que como dice W. James: “El sonámbulo ha renunciado a encontrar el sentido: lo conoce de antemano y con exceso, apuesta por la proliferación infinita de las asociaciones entre las ideas y los hombres, apuesta por la profusión cualitativa de las formas por más que estas resulten precarias.” Profecías o pronósticos literarios que constituyen un canon literario del autor.
En la final las imágenes fantástica de los espectros de los poetas desaparecidos caminan por una ciudad imaginaria todos juntos en dirección hacia el abismo que resalta alegóricamente el desgarramiento de la intelectualidad mexicana por la pérdida de una generación, como dice Auxilio en su sueño: “ Y los oía cantar, los oía cantar todavía... Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de la hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados... Y ese canto es nuestro amuleto.” (p.153/154)

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