viernes, 16 de abril de 2010

Fogwill y su Experiencia sensible

Análisis crítico de “La experiencia sensible” de Fogwill


Espacio urbano, deseo y consumo.


La topografía de Las Vegas sirve como marco de representación de “La experiencia sensible”, ciudad que permite pensar a esta como un espacio público y privado que coexisten en el ámbito de esta ciudad-hotel atravesada por la arquitectura postmoderna. Así el “ Paradise fue uno de los primeros hoteles, por así decirlo, salvajemente temáticos. Todos los hoteles son temáticos: si los clásicos estuvieron inspirados en el tema de la hotelería señorial de la nobleza europea, más adelante, sedantes emplazamientos de hoteles que en balnearios y montañas fueron los primeros polos de atracción turística en el siglo XIX: de allí Bristol, Ostende, Biarritz y Monaco..., y entonces los más modernos se inspiraron en la arquitectura funcional, casi oficinesca, a la manera de los Sheraton, Hilton y Carrera en todo el mundo” (p.92). Esta correlación que establece Fogwill entre la hotelería clásica europea se contraste como oposición con la modernidad de la hotelería de Las Vegas. La ciudad es mostrada como la meca del lugar creado con la única intención de gastar dinero.
En el texto dice: “Pero una ciudad concentrada en el juego, que es una máquina conectada al futuro, a nadie le interesan relatos del pasado, y nadie tendría oportunidad de ponerlos a prueba cuando aún están frescos en la memoria. Donde no hay ocasiones ni lugares previstos para conversar, un improbable interesado en la circulación de historias no tiene dónde poner a prueba la medida que atrae la atención, circula, y se reproduce un relato que, seguramente, nadie se preocupó de contarle” (p.100). Es por lo tanto ese espacio de ciudad una zona de vivencias y no de experiencias conscientes en el sentido benjaminiano del término. Y luego el relato continua y dice que el personal de seguridad puede tener un larga experiencia en hoteles y casinos pero “sin una oportunidad de referir historias de su hotel ni de la ciudad que adoptó como suya hace más de quince años”.
Las Vegas como ciudad-hotel plantea la problemática de la ciudad como espacio público, que en la definición clásica de Sennet, “la ciudad es un asentamiento público en el cual los extraños se encuentran”, probablemente este encuentro no tiene pasado ni futuro pero que sucede en los nuevos espacios públicos urbanos sobre todo en estos espacios destinados al consumo, en donde no se manifiestan los rasgos clásicos de Sennett denomina “civilidad”, en el espacio urbano. Es el espacio urbano de consumo que le interesa al autor para presentar su hipótesis sobre la representación de la relación entre deseo y consumo, por consiguiente, Las Vegas como “templo de consumo”. El ciudadano se transforma obviamente en consumidor en este espacio urbano de consumo que permite establecer algunas consideraciones de Bauman: “en este pasaje de la modernidad sólida a una modernidad líquida, esta liquidez estaría vinculada a las estructuras más remotas, más inalcanzables del sistema de globalización y en estos nuevos espacios cuya tarea esencial es el “consumo”, esta tarea es básicamente de índole personal aunque en estos espacios estén abarrotados de gente no hay nada colectivo allí, los encuentros son breves, superficiales” y esto es lo que nos permite establecer una relación con la novela de Fogwill para favorecer este funcionamiento de aplicación disciplinada al consumo, espacios hiperprotegidos con el objeto de no generar ningún obstáculo en esta actividad central que es el consumo, espacios representados como una especie de islas de orden, una especie de mundo completamente diferente, un lugar sin lugar. Al mismo tiempo como dice Bauman espacios purificados, que no carecen de variedad y diferencia por que precisamente ese es su atractivo, su poder magnético reside en la pluralidad de sensaciones posibles que ofrecen estos espacios pero que en oposición a las diferencias del “afuera o espacio exterior”, en los primeros esas diferencias han sido convenientemente saneadas, domesticadas, purificadas para ser disfrutadas sin ningún temor como especie de equilibrio perfecto entre libertad y seguridad.
Cualquiera sea la escala del enfoque de representación de los objetos, la apabullante destreza de Fogwill garantiza el efecto ilusionista de la representación.
“ De tanto en tanto, sin embargo, el narrador se despega de las superficies y se sumerge, sofoca la descripción, detiene la acción y piensa. Intercala digresiones, teorías suscitadas por un pliegue de la trama, reflexiones sobre el arte de narrar, la religión, la vida, la muerte, (los intereses económicos), el amor[...]. Deja ver por un momento la cara oculta del truco, pero no por eso se amanera defensivamente en la distancia y el metadiscurso. Sólo lo suficiente para dejar claro que ya no es posible confiar en “la ingenuidad de los relatos”, pero también para señalar que es saludable no oponer mímesis y razón, y que conviene reunirlas en una constelación en la que cada una suple las deficiencias de la otra, como quería el sutil Adorno” .
La novela como un catalogo de experiencias reproduce las sensaciones táctiles, olfativas, visuales, auditivas en un plano simbólico de Eros y consumo, “consumo y deseo se funden en la presentación de la mercancía en su faz sexy”. Así se lee: “ Un zoquete de lana blanco con un tejido muelle que reforzaba la zona de las plantas y los dedos, un producto fino hecho de fibras naturales y de un aspecto cálido y aterciopelado que prometía integrarse a la piel más delicada, como un cosmético o perfume” como experiencia táctil. Luego experiencias visuales como: “ Varias veces, en el curso del juego sexual, Romano tuvo flashes involuntarios con imágenes de fax, sus teclados y sus indicadores luminosos; y también: “... recordaba un sueño con imágenes de los indicadores de la actividad del dispositivo. Rojo, verde, ambarino: luces alternándose a través de las ventanitas de cristal esmerilado de los receptores Technos ”, así un objeto de consumo se transforma en tal obsesión o deseo de posesión que turba sus pensamientos, acaparando cada instante de su vida. Experiencias olfativas tal como: “ Antes de terminar la copa, el olor del champán había desplazado con tonos de uva. Grosella y maderas el perfume fresco del Karina y el vaho animal que se percibía en el fondo del aire de la habitación anexa”. Experiencias auditivas: “Y ahora creía recordar que, en las cabinas telefónicas, los equipos que el hotel facilitaba a sus clientes emitían una gama de señales sonoras. La tonalidad de los bips, su duración y tal vez el ritmo con que alternaban vibraciones y bips debían indicar lo mismo que las señales luminosas, poniendo la información al alcance de quien trabaja en el lugar...”
La superficie fluida hiperrealista reluce, “sobre todo en la representación de objetos glamorizados, por la sociedad de consumo”, Calvin, Channel, Dior y otras marcas más conforman el universo consumista, representación dotada por la escenificación que “se confunde con las superficies seductoras del espectáculo capitalista –el sex appeal de los signos de la mercancía feminizada- en un arte doble, afectivo y la vez desafectado, complaciente” y claramente crítico.
Las Vegas permite poner en relación la dualidad de Levi-Strauss – Antropohemia y Antropofagia–, es el espacio del hotel-casino que articula el funcionamiento de la Antropofagia, ingestión, devoración de los cuerpos extraños, y así se produce el marcado proceso de eliminación, aniquilación de la otredad. Justamente es la cuidad de los hoteles-casinos, como sinécdoque de Las Vegas y Las Vegas como sinécdoque de estos espacios de consumo modernos. Fogwill atento a los funcionamientos de estos espacios, representa la perfecta combinación de la Antropofagia que se articula con la Antropohemia definida como el expulsar o vomitar a los otros a los bordes de la ciudad, al desierto que rodea la ciudad, por que la ciudad tiene el efecto ilusorio arquitectónico de “oasis”, los bordes funcionan como un cordón sanitario para tener a raya a los indeseables, marginales, grupo integrado por “mendigos, tomadores de apuestas clandestinas, vendedores de drogas y prestamistas dispuestos a comprar relojes, abrigos y tarjetas de crédito a precio vil ”(p.149/50). Marginales que el personal de seguridad mantiene fuera del circuito de los grandes hoteles. En algún momento los Romano comentan esto con los otros personajes argentinos de la novela, el hecho de la ciudad estar dispuesta para el entretenimiento predispone la cercanía entre los hoteles que parecen tocarse entre sí, por esta razón es ridículo tomarse un taxi para recorrer la ciudad y solo al subir a el las imágenes de la periferia de la marginación social se descubre, la ciudad esta presentada para el agrado hedonista a los ojos del visitante y debe ocultar sus miserias como tal.
Una interesante pregunta plantea Fogwill en el relato ¿ cómo se integra el otro en el paisaje del hotel ?, no sólo hay una especie de integración pasteurizada del otro en el personal de servicio, afro-americanos que integran el personal de servicio del hotel y que para Romano tendrán otro punto de vista sobre las conversaciones, su cultura tan diferente a la de él marcaría el poco interés de ellos por comprender o espiar las actividades de los visitantes del hotel en relación a los latinos, así el personaje establece una jerarquía superior de la raza latino-judia sobre la negra, también los tours de los días “lunes” de negros, lisiados, japoneses con toda su juego dentro del juego de las apuestas, el “tonomoshi”, mostrados todos ellos como una doble purificación, pasteurización, por un lado la escenografía urbana de los hoteles, el Paradise cuya escenografía actúa de disparador de los pensamientos del narrador sobre su analogía con el Paraíso, que en algún momento describe a esta escenografía como un trópico filtrado por el cine, es decir un trópico liberado de los efluvios pantanosos y pútridos, como una especie de purificación del referente original de ese escenario temático: tour de lisiados, liderado por un atlético profesor, que invaden el interior del hotel con sus sillas automatizadas “comandadas por un dispositivo inspirado en los joyticks de los juegos infantiles.”, esa misma tarde un tour de negros que permitían observar el alto nivel de sociabilidad entre sus miembros, tan exótico en el hotel como “los tours de árabes y japoneses de Oriente o los de los lisiados en bandadas de triciclos eléctricos.”(p.142). Tour que hacían uso de la tarifa preferencial, que Verónica había escuchado que la llamaban “back monday”. El escenario, el hotel es una isla de orden y consumo, un gran panóptico que el autor describe con obsesión, un espacio controlado, cadenas de seguridad y vigilancia, control sobre los movimientos de los turistas, la anulación de la prácticas de la civilidad –según Sennett-, “civilidad” que permite una sociabilidad no intrusiva con el otro, bastante arreglada en las relaciones urbanas pero en estos nuevos espacios mas bien se aleja de estos modelos, que Bauman llama espacios públicos no civiles y la novela presenta estos rasgos públicos no civiles y la novela presenta estos rasgos públicos sin esa civilidad con cierta ironía, y podría pensar que lo que hace Fogwill aquí es resignificar irónicamente la experiencia de los Romanos en términos de paz y unidad familiar, por ejemplo, dice en algún momento la esposa de Romano: “ en algún momento su mujer atribuyo su bienestar a la despreocupación. –No es como un lugar de veraneo donde estás más tranquilo que en Buenos Aires pero tenés encima todos los compromisos de la casa y el personal ni como un hotel donde andas más tranquila pero igual tenés que andar pensando en la gente que te mira y te conoce, aquí no te conoce nadie, igual que en Suiza pero aquí tampoco a nadie le importa nada de vos, entonces claro aquí vivís en paz”. Cita que expone la posibilidad de vivir en paz a la lejanía del lugar como un refugio espacial aislado que permite distanciarse de todo rasgo de sociabilidad con personas conocidas, un espacio como en Suiza donde nadie te conoce y permite de esta manera fortalecer la figura de la unidad familiar. La paz como palabra de tono irónico permite reconstruirse por medio de:
“ ...pensando en las máquinas de fax había estado a un punto de entender que esta ciudad le brindaba la oportunidad de habitar un mismo espacio y un mismo tiempo con toda su comitiva. En su casa, en el country, y en la casa de la playa, podían pasar días enteros compartiendo un espacio pero cada uno encerrado en su propio, un tiempo telefónico, que a él lo expatriaba de los negocios, a su mujer a la chismografía de la gente del club, y a los chicos a la planificación de visitas y paseos con amigos o con los padres de sus amigos...” Ese espacio irónico de Fogwill permite establecer una conexión entre un espacio hipertecnificado y de consumo con las integrantes de la familia Romano y su unidad familiar estructurada en este espacio-temporal. Espacio de consumo que se relaciona con las cuestiones formuladas por Bauman, el espacio ocupado por el espíritu del consumidor, en relación a categorías como deseo, antojo, capricho en lugar de necesidad que delinean el comportamiento del comprador compulsivo, por lo tanto, la necesidad en estos nuevos espacios es reemplazada por una especie de capricho o deseo compulsivo que se define como un consumo no necesario e irracional, movimiento del consumidor que queda reflejado en la novela en la escena del shopping del aeropuerto en donde la mujer de Romano empujada por una fuerza incontrolable grita “Ay Caaaaaaaaaalvin”, que muestra la sensibilidad y maestría del autor para componer este gesto a partir de sus conocimientos de marketing publicitario, de esta manera en este anhelo de posesión se puede leer la relación significante de los términos de capricho, moda y consumo que analiza Bauman. Esa relación entre los objetos fetichizados –Benjamin sobre el poder de la mercadería, los pasajes– que establecen una relación de “deseo erótico y consumo”, eje que esta muy claramente expuesto en la novela, que deja pistas para sustentar esta relación como el deseo fanático de Romano por poseer el fax, que se presenta como una mercadería que irradia un poder hipnótico sobre él, se transforma de deseo en obsesión que se relaciona con las relaciones sexuales, la imagen de este objeto esta grabada en la mente de Romano y no le da descanso para pensar en otras cosas que no sea tener un fax: “en cambio recordaba un sueño con imágenes del titilar de los indicadores de la actividad del dispositivo. Rojo, verde, ambarino: luces alternándose a través de las ventanitas de cristal esmerilado...”; “mercadería sexy”.
La otra categoría de Bauman se relaciona a el “cuerpo del consumidor”, como cuerpo apto, flexible, y por extensión espacios que alientan esa actitud para favorecer el consumo, así los chicos comentan con sus padres el bienestar que causa la sensación de caminar sin esfuerzo, como flotando por la alfombra del hotel y el aire puro, ambiente presurizado, oxigeno tan limpio que permite a los turistas sentir una sensación de vitalidad y juventud, que en la novela se puede hacer un listado de estas sensaciones como experiencias placenteras, es decir una serie de experiencias sensibles.
La imagen política esta representada en la escena temporal y en las relaciones laborales, alquiler del chalet de Punta del Este a un militar de forma muy claro, critica irónica, presencia de una forma confusa del conflicto social, que implica la parabola de la familia argentina arquetípica de clase media alta que veraneaba en su casa de Punta del Este pero que por un giro impensado veranea en Las Vegas, en los tiempos de la Argentina de Videla, cuadro realista-costumbrista de al novela que puede ser leída en clave alegórica. Una familia que sale de la Argentina concentraccionaria de la dictadura militar para ingresar a otro mundo totalmente adminsitrado, una especie dice Sarlo: “de gigantografía del espacio concentraccionario, que ellos no quieren ver en su país”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario